Hola, ¿Cómo están? Hoy sabrán más sobre mi villano Úvatar.
Capítulo 7
Úvatar pensó que golpear y torturar a Azidahaka hasta que le duela la mano lo haría sentir mejor. Sin embargo, no era así. Sentía miedo como cuando era un niño y su padre lo iba a golpear por cualquier pretexto.
Ya no era niño y hace mucho mató a su padre .
Azidahaka lloraba y gemía tan fuerte que a Úvatar le empezó a doler la cabeza.
—Cállate o te golpeó de nuevo.
Inmediatamente Azidahaka se calló lo que hizo que Úvatar se molestara. No podía seguir golpeando al exdemonio o lo mataría. Así que decidió salir de la lujosa finca que ahora tenía el suelo cubierto de sangre y orines. El olor era tan nauseabundo que Úvatar estuvo a punto de vomitar.
Miró a una mujer con cabello castaños con mechones grises y mirada perdida y temblando . Ella se encontraba desnuda a pesar del frío. Su rostro se encontraba golpeado al igual que otras partes de su cuerpo. Úvatar se dirigió a ella.
— Vístete y limpia esta pocilga.
Azidahaka protestó — Me gusta que esté desnuda. Me excita.
Úvatar le dio una cachetada a Azidahaka que se encontraba atado a dos postes que creó Úvatar. Estaba desnudo su sangre manchaba el piso y apenas podía hablar de lo débil que se hallaba en ese momento. Aún así lo desobedecía.
Por un momento Úvatar deseo matarlo. No entendía el motivo porque no lo hacía. Tal vez le recordó un poco a él. Eso lo enfureció más. Apretó el cuello de Azidahaka solo un poco. Iba a matarlo cuando miró los ojos suplicantes del exdemonio. Lo soltó
— No vales el esfuerzo.
Azidahaka respiró con dificultad. Pero esta vez no se atrevió a hablar. Úvatar lo soltó y lo tiró al piso. Luego se dirigió a la mujer a la que Azidahaka había quitado su voluntad hasta convertirla en una especie de zombi con la utilización de una flor.
— Cuando esté limpio este lugar. Ocúpate de él, límpialo y cúralo.
Ella asintió como respuesta.
Úvatar no soportaba estar en esa casa así que salió de ella y comenzó caminar por el jardín cubierto de flores. Empezaba a amanecer y el viento frío rozó la cara esquelética. Casi nunca utiliza su ser corpóreo porque requería muchas almas.
Si iba a morir por lo menos una vez más, deseaba sentir el viento en su rostro y sentir los rayos de sol. Hasta percibir el aroma de la tierra mojada fue un placer. Luego de estar horas encerrado en esa casa con olor a sangre, orines y otras cosas más.
Miró las majestuosas montañas y por un momento fue como si volviera a tener 13 años. Tal vez, era que desde que observó la muerte de Billy el miedo se instaló en su alma. Hace tantos milenios que no sentía ese miedo de morir y ese eterno escalofrío en la base del cuello.
Debía tranquilizarse ya no era ese niño pequeño y escuálido al que su padre pegaba solo por existir. No le importaban los golpes pero deseaba algo más que ese eterno miedo y esa eterna humillación. Cuando aceptó que nunca sería como deseaba su padre. Fue cuando se transformó de Berek el patético el elfo en Úvatar el destructor.
Sus padres eran seguidores Kielie una secta que creía que la magia era el origen de todo mal. Úvatar rio si fuera así los en el mundo humano no habría tanta maldad y podredumbre. El origen del mal era la ambición y la estupidez, eso era lo que pensaba el demonio elfo.
Su madre se sometió a muchos remedios horribles que mermaron su salud hasta matarla pero quitar su poder mágico. Y su padre hacía lo mismo con él. Trató de quitarle la magia a golpes y con pociones que apenas le permitían crecer.
Vivir en el pasado y culpar de todo a su padre no lo haría destruir a sus enemigos. Su última pérdida fue por culpa de Azihaka. Tenía que matarlo para no volver a perder. Sin embargo, el exdemonio le recordaba a él. Azidahaka tampoco fue aceptado por su parte y era considerado un monstruo por todo el que le conocía. Por el momento le permitiría vivir. Ya que a pesar de su estupidez Azidahaka lo salvó dos veces.
Sintió que sus enemigos lo estaban buscando. Debía hacer algo o pronto lo vencerán. Una vez utilizó su miedo y desesperación como un arma. Tenía que hacerlo de nuevo solo que aún no había pensado en un plan para ganar la terrible batalla que se avecinaba.
Les deseo un buen fin de semana.